El Informe de Gestión presentado por el intendente Eduardo Accastello refleja una clara intención de sostener el optimismo en medio de un escenario adverso. Con un discurso cargado de simbolismo, el mandatario busca mostrarse como un líder cercano, que escucha y actúa.
Sin embargo, detrás de los anuncios —algunos ambiciosos, como el mirador con inteligencia artificial— se percibe una tensión entre las buenas intenciones y las limitaciones reales.
La crítica al Gobierno nacional, aunque legítima y justa, funciona también como escudo ante las propias carencias.
Es evidente que el municipio intenta sostener políticas públicas en áreas sensibles como salud, educación, inclusión y obra pública. Pero el relato de una gestión transparente y eficiente convive con una realidad donde muchos vecinos sienten que los servicios básicos no siempre están garantizados, que el estado de las calles es pésimo y que la inseguridad crece a pasos agigantados, aunque las estadísticas digan lo contrario.
Hay un esfuerzo por mostrar presencia estatal, aunque a veces se prioriza el anuncio innovador o grandilocuente por sobre las pequeñas pero necesarias mejoras cotidianas en los barrios.
Accastello plantea un modelo de ciudad moderna, tecnológica y humana. El desafío es que esa visión no quede solo en lo discursivo. La Villa María real está hecha de personas con urgencias concretas, que esperan algo más que promesas futuristas.
En ese contraste entre lo que se dice y lo que se vive, se juega el verdadero valor político de esta gestión Municipal.