“Déficit cero ya es ley”, titulaba Clarín el 30 de julio del 2001. Una frase que hoy vuelve a sonar con fuerza en la Argentina del 2025. La tapa de entonces, que prometía “ahorro fiscal” y “recorte de gastos”, fue la antesala del colapso social, económico y político que marcó a toda una generación. Y sin embargo, 24 años después, la historia parece repetirse.
Lo que en su momento significó recortes a jubilaciones, salarios estatales, obras públicas y programas sociales, hoy vuelve con otro rostro pero la misma lógica: ajuste brutal, promesas de equilibrio fiscal y abandono del rol protector del Estado. El “déficit cero” no es una política nueva. Es un viejo conocido que regresa disfrazado de modernidad y eficiencia, pero con las mismas consecuencias para los sectores más vulnerables.
¿Aprendimos algo como sociedad? ¿Quién paga el costo del ajuste? Hoy, como en 2001, los sectores más golpeados son los mismos: jubilados, personas con discapacidad, trabajadoras y trabajadores informales, estudiantes, madres solteras, habitantes de barrios populares. Mientras se priorizan los intereses financieros y se recortan derechos, se instala nuevamente el discurso de la “culpa del gasto social”.
El déjà vu es profundo. Las imágenes se repiten: movilizaciones en las calles, ollas populares, discursos de odio, silencios institucionales, y un pueblo que vuelve a ser empujado al abismo.
La violencia no es solo policial ni discursiva. La violencia es también el desmantelamiento de políticas públicas, el recorte a medicamentos, el cierre de programas de contención, el abandono del Estado. Y esa violencia es tan brutal como silenciosa.
El pasado debería ser advertencia, no receta. Volver a aplicar las mismas medidas que llevaron al colapso no es solo imprudente: es cruel. El pueblo argentino ya vivió esto. Y la historia nos exige memoria, reflexión y acción.
Porque no se trata solo de economía. Se trata de dignidad.