Hay gobiernos que fallan por omisión y otros que fallan por desprecio. El de Javier Milei ha decidido caminar por el segundo camino, convirtiéndose en el más cruel con las personas con discapacidad en la historia democrática reciente de nuestro país.
Lo que antes eran promesas vacías, hoy son atropellos explícitos: quita de pensiones, auditorías humillantes para “verificar” si alguien es lo suficientemente “discapacitado” como para merecer una ayuda básica, y el desmantelamiento progresivo de la Agencia Nacional de Discapacidad, a lo que se suma la intención de vetar la ley que declara de emergencia en discapacidad.
Cada una de estas medidas golpea directamente en la dignidad de miles de familias que esperan un Estado presente para acceder a derechos básicos como salud, transporte o rehabilitación.
La violencia como sello
Pero no se trata solo de políticas equivocadas: este gobierno ha decidido hacer del desprecio un sello de identidad. En documentos oficiales se utilizó lenguaje insultante y anacrónico, como “débiles mentales”, una expresión que debería estar desterrada por su carga discriminatoria.
Como si esto no bastara, desde la figura presidencial se lanzan agravios como “mogólico” o “imbécil” para descalificar a opositores.
Esta violencia verbal no es menor: es un mensaje claro de que la diferencia y la diversidad no tienen lugar en el proyecto político que hoy gobierna.
En los últimos meses, la indignación creció aún más cuando el propio Milei se peleó públicamente en la red social X con Ian Moche, un joven activista con autismo que se ha convertido en un referente para muchas personas.
En lugar de escuchar o dialogar, el presidente eligió la vía más cruel: lo agredió, lo humilló y lo acusó de ser parte de la oposición, como si defender los derechos de las personas con discapacidad fuera una conspiración política.
Este episodio no es una excepción, sino una muestra de la falta total de empatía de un líder que se alimenta del enfrentamiento y la descalificación.
Es cierto que los gobiernos anteriores tampoco hicieron transformaciones profundas en materia de discapacidad. Incluso hemos tenido una vicepresidenta con discapacidad, pero el sistema siguió igual de injusto, lento y burocrático.
Sin embargo, este gobierno es diferente: no solo no hace nada para mejorar la situación, sino que avanza en un retroceso cultural y político que nos lleva décadas atrás. Lo que antes eran reclamos por políticas insuficientes, hoy son reclamos por la dignidad más básica.
Cada recorte, cada auditoría cruel, cada insulto, se traducen en realidades concretas: familias que no saben si podrán pagar un tratamiento, personas que temen perder su pensión por una firma mal interpretada, niños que crecen escuchando a la máxima autoridad del país usar la discapacidad como insulto.
Esta no es solo una cuestión de políticas públicas, es un problema ético y humano.
Por todo esto, hoy, las personas con discapacidad nos sentimos más desamparadas que nunca. Javier Milei pasará a la historia como el presidente que trató con mayor crueldad a nuestro colectivo.
Gustavo Billarruel / Luis Cecchini
Baja Visión Villa María